Las edificaciones de Chichén Itzá muestran
un gran número de elementos arquitectónicos e iconográficos que algunos
historiadores han querido llamar mexicanizados. Lo
cierto es que es visible la influencia de las culturas provenientes del
altiplano mexicano, y la mezcla con el estilo Puuc, proveniente de la
zona alta de la península, de la arquitectura clásica maya. La presencia de
estos elementos procedentes de las culturas del altiplano fueron concebidas hasta hace
algunos años como producto de una migración masiva o conquista de la ciudad
maya por parte de grupos toltecas. Sin embargo, estudios más recientes sugieren que pudieron haber sido la expresión cultural de un sistema político
muy extendido y prestigioso durante el posclásico temprano en toda Mesoamérica.
En el
primero, los edificios ceremoniales están dotados de crestería superior y su
techo de bóveda no permite cubrir un espacio superior a dos metros, con muros
enormes y espacios interiores casi inexistentes o muy reducidos. En cuanto al
estilo maya-tolteca, sigue utilizando, para esos mismos edificios ceremoniales,
techos con bóvedas de paramento inclinado; pero ahora ya no se apoyan sobre
muros, sino sobre columnas y pilares interiores. Otras características de este
estilo es el uso de columnas, en las entradas de los edificios, que representan
serpientes emplumadas.
En realidad
la arquitectura maya tiene su punto de arranque en las modestas viviendas de
los campesinos, aquellas sencillas chozas que, como es sabido, se construían
sobre una plataforma ihás o menos elevada con el fin de defenderse de las
inundaciones en la época de las grandes lluvias. Por eso, los primeros
edificios que los mayas construyeron para fines exclusivamente rituales o los
destinados para servir de vivienda a los sacerdotes y a los grandes jefes militares
o civiles no fueron otra cosa, ni más ni menos, que otra suerte de chozas, de
grandes dimensiones, eso sí, pero chozas a fin de cuentas y asimismo edificadas
sobre la consabida plataforma, que, mientras tanto, también había adquirido
mayor altura y empaque. Más adelante, las paredes de estas chozas se
revistieron de piedra y mortero, lo que significó un importante paso adelante
que se daba en el arte de construir.
Al mismo
tiempo, las plataformas o basamentos iban creciendo también, o, mejor dicho, se
superponían unos sobre otros, lo que asimismo fue otro primer paso en el camino
que había de conducir a la creación de las famosas pirámides escalonadas mayas.
Durante mucho tiempo, y pese a que ya eran habituales los muros de mampostería,
los techos siguieron cubriéndose de palmas, con lo cual aún no podía hablarse
de unas estructuras verdaderamente arquitectónicas. Pero cuando los
constructores mayas decidieron al fin que era preciso sustituir el techo de
palmas por otro de un material más sólido y duradero, en este caso la piedra,
surgió la bóveda.
Esta bóveda
maya, que también se ha llamado falsa o salediza, se construyó aproximando los
muros del edificio a partir de una determinada altura (que, por lo general,
solía ser por encima del dintel de las puertas) y las hiladas de piedra se iban
superponiendo de tal manera que cada hilada sobresaliera de la inmediata
inferior, dejándose en la parte superior un pequeño espacio que se cerraba con
una simple losa. El techo así obtenido seguía siendo semejante, en el interior,
al de la choza, con lo que, una vez más, vemos la supervivencia, en cierta
manera, de esta primitiva vivienda campesina.
El
inconveniente de la bóveda maya era que con ella no se podían cubrir espacios
muy amplios, como ya se ha dicho, Arriba, a la izquierda: mapa del Yucatán y de
los países limítrofes en el que figuran los principales focos culturales
indígenas, entre ellos Chichén-Itzá. A la derecha: planta de Chichén-Ilzá en la
que se indican los más importantes monumentos de este conjunto arquitectónico.
Ni siquiera
en los grandes edilicios ceremoniales que se irían construyendo. El panteón
maya estaba encabezado por HunabKu, el dios supremo, creador de todo e
invisible. De él nació el bizco Itzamná, el dios Sol que había enseñado las
ciencias a los hombres. Su consorte, Ixchel, era la diosa Luna, no siempre
favorable a los hombres, pues enviaba de vez en cuando inundaciones
devastadoras. Lugar muy importante ocupaba Chaac, el dios de la lluvia, lo que
es muy lógico en una región tan seca como Yucatán; a él se le ofrecían
sacrificios humanos en el Cenote Sagrado de Chichén-Itzá.
Quetzalcóatl-Kukulcán, héroe divinizado de los toltecas, ocupaba también un
lugar preeminente en la religión maya.
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